CRÓNICAS SERRANAS EN 3D

Los hombres y las mujeres de la Tierra llegaron a las Sierras.
Llegaron porque tenían miedo o porque no lo tenían, porque eran felices o desdichados. Cada uno tenía una razón diferente. Venían para encontrar algo, dejar algo o conseguir algo. Venían con sueños ridículos, con sueños nobles o sin sueños. Venían en busca de un mundo que es imposible imaginar. Llegaron solos o en grupos, a vivir o de vacaciones.
Comenzaron a organizar la vida de las gentes. Comenzaron a reproducir los mismos problemas de los que venían escapando.

CRÓNICAS SERRANAS EN 3D
RADIO CURVA 99.5 : Salsipuedes : Sierras Chicas : Córdoba : AL

domingo, 2 de mayo de 2010

intro Citon 4

Nos llaman vagos, holgazanes, zánganos. Nos reclutan a la fuerza para usarnos a destajo en sus menesteres. Nos impusieron su forma de vida, la hacienda, el trabajo, el ocio. Nos enseñaron a sufrir, a sudar, a pedir, para conseguir el sustento, la comida, el techo, la bebida. Nos iniciaron en la competencia entre hombres y mujeres como la mejor manera de organizarnos. Nos quitaron la tierra, los animales, las plantas para convertirlos en fetiches de sus ambiciones. Nos privaron de nuestros dioses, de nuestros ritos, de nuestras voces, para imponernos el único dios que perseguían día y noche: el dinero.
Para eso, para todo trabajo, fieros y competentes en puntear las reses y en talar quebrachales, repuntar en los montes la cerrazón del alba, regar las hortalizas secas en el verano, desbravar alazanes indomables, apagar la humareda del noroeste triste.
Para todo trabajo. Venimos de los atajos hondos, de los gritos tajantes en las encrucijadas, de torvos sucedidos en madrugadas altas de luceros, del filo servicial de los puñales, de aguaceros calientes, obrajes y fronteras.
Para todo trabajo, señor.
Seguir, rastrear las huellas de los jaguares cebados en un silencio oscuro, de pastorear las lluvias que apresan los follajes, empujar las tormentas sobre las cordilleras. Venimos, del hambre, el hambre, el hambre, ese negro chacal del pecho, de las llanuras áridas, sedientas, del músculo ahogado sobre un puño anhelante.
Para todo trabajo, señor.
Y para un día sacudir la afrenta, y con mano afilada por serpientes de corales, llamar a los descalzos, y desgranar maíces de sonrisa amarilla, y a grandes pasos verdes apisonar los valles.

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